El empresario fue ganador del Galardón Ramón H. Eberstadt 2018
Lenin Robledo
“La basura es una bomba de tiempo, hay que atacarla con soluciones innovadoras”, señala contundente Álvaro Núñez Solís, fundador de la empresa Recicla Electrónicos México S.A. de C.V. (REMSA), instalada en la ciudad de Querétaro, misma que opera desde el año 2009.
Álvaro Núñez, originario de Salamanca, Guanajuato, recibió el pasado mes de enero el Galardón Ramón H. Eberstadt, en el marco de la Asamblea Ordinaria de la Coparmex Querétaro, el cual se entrega al empresario que a través del trabajo que realiza en su compañía, demuestra los valores Coparmex, como la justicia, la procuración del bien común, la responsabilidad social, entre otros, mismos que contribuyen al desarrollo económico del estado y del país mediante empresas competitivas, eficientes, productivas y humanas.
Al conocer su historia, es fácil entender el por qué de este reconocimiento.
Álvaro nos cuenta que uno de las principales objetivo de REMSA es atender la problemática de los desechos electrónicos a través del reciclaje, canalizándolos a nuevas cadenas productivas.
Al respecto, este ingeniero industrial y emprendedor social (como él se define) alerta sobre la importancia de fomentar entre la población una cultura del reciclaje de basura, pero particularmente de los desechos electrónicos, pues asegura que de no colocarlos apropiadamente puede tener graves consecuencias para el medio ambiente, lo que implicaría serias afectaciones a la salud de los seres humanos.
De acuerdo al Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la basura electrónica es un problema que crece de una forma preocupante. Señalan que el mal manejo de este tipo de basura genera cada vez mayores daños a la salud.
De igual manera, el estudio "El Monitor global de la basura electrónica 2017" realizado por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) de Naciones Unidas y difundido en diciembre de 2017, el aumento de la basura electrónica se debe a la mejora del poder adquisitivo y a la caída de los precios de los dispositivos electrónicos.
El informe señala que el 76 % de los aparatos que fueron desechados en 2016 fueron a parar a vertederos o incineradoras o fueron reciclados de manera informal o quedaron almacenados en los domicilios; algo que debe preocupar a todos, comenta Álvaro Núñez.
“Cuando alguien decide deshacerse de algún producto electrónico es importante que no lo tire en cualquier parte, porque contiene elementos que pueden ser muy contaminantes y peligrosos para el ser humano; se pueden ir a los mantos acuíferos y con esa agua riegan los alimentos que nos comemos y esos metales pesados se empiezan a acumular en tu sangre y eso provoca enfermedades”, apunta.
De ahí la trascendencia de su proyecto empresarial, el cual curiosamente nació durante su estancia en la Universidad de Wisconsin, en los Estados Unidos.
Cuenta que en septiembre de 2017 ganó una beca para irse a estudiar un semestre a la Universidad de Wisconsin. Por diferentes circunstancias, tuvo que vivir en un cuarto que se encontraba en un sótano. Recuerda que al caminar hacia su centro de estudios le llamó poderosamente la atención que en los botes de basura de las casas había muchos aparatos electrónicos tirados, dispuestos a ser llevados más tarde por un servicio especial de recolección.
“Un día le pregunté a una señora sobre una grabadora de doble cassette. Le dije que por qué no la mandaba a reparar y me contestó que le salía más caro repararlo que comprarse una nueva. Le dije que si me podía llevar esa grabadora y aceptó. De ahí en adelante empecé a hacerme de otras cosas, como una videocasetera, una televisión y hasta muebles. Los recogía y los reparaba”.
Eso marcaría su vida profesional, ya que estando allá comenzó a estudiar más acerca del reciclaje de electrónicos. Tuvo la certeza de que al regresar a México se dedicaría a eso.
Sin embargo el camino no fue fácil. Al comentar esa idea con sus padres y amigos, muchos fueron los comentarios negativos que recibió.
“Me tomaron de a loco. Incluso me dijeron que para qué había estudiado una ingeniería si iba a terminar siendo pepenador de basura”.
Eso no lo detuvo. Su espíritu emprendedor se puso a prueba una vez más. De hecho siempre tuvo claro que no quería seguir los patrones tradicionales: estudiar, terminar la carrera y colocarse en una empresa. Él quería romper paradigmas.
“No quería seguir el patrón típico, era como romper el molde y meterme en un campo distinto”.
De ahí que en la preparatoria, creó un proyecto de elaboración de tortillas de harina semicocidas a las que llamó “El Mexicano”.
Posteriormente, ya en la universidad, diseñó una chamarra – mochila, la cual incluso expuso en la feria de la escuela.
“Me gusta hacer realidad las ideas y tratar de que se vuelvan negocio”, explica.
De regreso en México y con el escepticismo que había en torno a su proyecto de reciclaje, se embarcó en el diseño de una máquina a la que llamó One Power, la cual generaba tres tipos de energía: eléctrica, neumática e hidráulica.
Ese proyecto le ayudó a juntar el capital necesario para hacer caso de la invitación de su amigo Goyo para unirse a su empresa de reciclaje de plásticos. “Por algo tenía que empezar”, explica Álvaro Núñez.
Fue así, que de forma paralela, empezó a incubar el proyecto de sus sueños: el reciclaje de electrónicos.
“Fuimos desarrollando la solución para el vidrio, las tarjetas, los componentes, etcétera. En 2007 tomamos un curso en Boston y ahí es cuando decidimos ir con todo y fue en 2009 cuando se fundó de manera autónoma la empresa Recicla Electrónicos México”.
Afirma que por cada kilo de productos electrónicos que logra acopiar, es un kilo menos de basura que no llegará a los rellenos sanitarios, tiraderos clandestinos, lagos o patios baldíos.
De ahí se han generado proyectos alternos como Ecomaker Shop, un lugar en el que pueden encontrar desde un tornillo hasta una bomba de agua, pasando por engranes, sensores, disipadores y diversas refacciones, todo reciclado y a precios económicos, algo que genera una economía circular, que de acuerdo a la Fundación Ellen Macarthur significa que los productos, componentes y recursos en general mantengan su utilidad y valor en todo momento.
Este trabajo incluso ha tenido un impacto en el plano educativo, pues ha impulsado una red de universidades locales a las que se provee de productos reciclados que pueden ser utilizados por alumnos de las áreas de mecatrónica, electrónica, robotización y automatización.
“Los estudiantes pueden venir aquí y encontrar las piezas que andan buscando para armar sus proyectos o para reparar sus máquinas a precios muy accesibles”.
De esta manera, el impacto social y ambiental comienza a rendir frutos. De hecho, REMSA ha colaborado con diferentes centros de investigación con el objetivo de encontrarle uso a todos los materiales que reciben, de ahí que de todos los desechos electrónicos que recibe la compañía se recicle poco más del 95%.