Competir con visión: aranceles, PYMES y el reto del “nearshoring”
Las medidas arancelarias tomadas por México para proteger a ciertos sectores, y las presiones comerciales que llegan desde Estados Unidos, son dos caras de una misma moneda: la necesidad de repensar cómo y con qué se compite en un mundo marcado por la relocalización industrial, la automatización y la fragmentación geopolítica. En medio de este panorama, las PYMES mexicanas enfrentan una doble exigencia: resistir un entorno comercial incierto y, al mismo tiempo, prepararse para integrarse a cadenas globales de valor con estándares cada vez más exigentes.
El nearshoring ha sido presentado como una gran oportunidad para México. Y lo es. Nuestra ubicación geográfica, el acceso preferencial al mercado norteamericano y la existencia de sectores manufactureros ya consolidados nos colocan en una posición privilegiada. Pero el potencial no garantiza el éxito. La llegada de nuevas inversiones requiere una red de proveedores nacionales capaces de responder con eficiencia, calidad y formalidad. En este sentido, las PYMES juegan un rol crucial, pero también son quienes enfrentan mayores barreras estructurales.
Muchos de los sectores “protegidos” por los aranceles temporales anunciados por México en 2024 —textiles, calzado, productos químicos, agroindustria— dependen en buena medida de pequeñas y medianas empresas. Estas medidas pueden representar un respiro momentáneo, pero no garantizan su desarrollo sostenido si no se articulan con una política pública que impulse la productividad, la capacitación, la digitalización y el acceso a mercados.
De igual forma, los vaivenes regulatorios y las fricciones comerciales con Estados Unidos generan incertidumbre en la toma de decisiones empresariales. Sin claridad sobre las reglas del juego, ni las grandes empresas ni las PYMES pueden planear inversiones a mediano plazo. Por eso, además de responder a cada disputa específica, el país necesita construir un entorno económico que transmita confianza: infraestructura eficiente, instituciones que funcionen, normas claras y un verdadero Estado de Derecho.
La buena noticia es que ya existen ejemplos exitosos. En sectores como autopartes, dispositivos médicos y agroindustria, hay redes de proveedores nacionales que cumplen estándares internacionales y participan activamente en cadenas globales. Pero esos casos deben multiplicarse. Y para lograrlo se requiere de una visión de país, no sólo de medidas temporales.
Aranceles, incentivos, tratados: todo eso puede ayudar, pero el desarrollo no se decreta, se construye desde abajo con empresas que invierten, innovan y compiten con reglas claras. Para que el nearshoring no se convierta en una oportunidad desaprovechada, México debe pasar de la protección a la proyección.
Apostar por las PYMES no es solo un acto de justicia económica; es una estrategia inteligente para construir una economía más inclusiva, más fuerte y más preparada para los desafíos del presente, porque en el nuevo mapa del comercio global, no basta con resistir ni solo reaccionar. En México, hemos tratado a nuestras PYMES como actores locales, no como posibles protagonistas globales. Les exigimos resultados de primer mundo, pero con dificultad obtienen políticas de segundo piso. Les pedimos innovación, pero reciben burocracia. Les pedimos que compitan, pero no se les abre el mapa. Gran deuda la de una larga ausencia de políticas federales para el fortalecimiento y potencialización de PYMES.
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