El México productivo, desde siempre, ha sentido un profundo orgullo por lo que nuestro talento y creatividad conciben y nuestro trabajo transforma para los mercados nacional e internacionales. No solo nos enorgullece llevar el distintivo de origen en nuestros productos, sino que asumimos un compromiso constante para elevar la calidad y atender el reto de ser competitivos.

La marca “Hecho en México”, símbolo de identidad, calidad y confianza, nació en 1978, cuando la Secretaría de Comercio y Fomento Industrial —en aquel entonces bajo un gobierno institucional financiado por el PRI— convocó al diseñador Omar Arroyo Arriaga para plasmar la esencia nacional en un logotipo que trascendería generaciones. Su propuesta fue clara y elegante: una cabeza del águila mexicana en perfil, encerrada en un rectángulo junto con la frase “Hecho en México”, todo en blanco y negro —una representación minimalista, atemporal, enfocada solo en el origen y la autenticidad.

Durante las siguientes décadas, bajo los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón (PAN), el logotipo se modificó ligeramente. Calderón encomendó al diseñador Christian Soria una versión entre 2004 y 2009, con la frase “Fíjate que esté Hecho en México” para reforzar este lazo emocional con los consumidores. En el sexenio de Peña Nieto (PRI), en 2009, se realizaron ajustes al plumaje del águila y se redefinió la tipografía, manteniendo siempre la paleta monocromática.

Este diseño sobrio en blanco y negro ha sido, por más de cuatro décadas, nuestro estandarte: una insignia de pertenencia, confianza y excelencia mexicana.

No obstante, hemos observado con preocupación que la versión de la imagen “Hecho en México” que se expone  y difunde en los diversos eventos de promoción del ahora llamado “distintivo” por parte de la Secretaría de Economía a lo largo y ancho del país, y desde luego en Querétaro, dentro del contexto del Plan México 2024–2030, incorpora el color distintivo del partido en el poder —un tono vino— en los elementos del símbolo, en contradicción con lo publicado en el Diario Oficial de la Federación el 17 de febrero del año en curso.

¿Cómo entender este cambio? El sello “Hecho en México” siempre ha sido una marca nacional, no partidista. Ha comunicado unidad, orgullo de fabricación mexicana, calidad y la promesa de productos bien hechos. Su fuerza radica en su neutralidad y en el vínculo emocional que establecemos con todos los sectores productivos del país. Inyectar el color del partido gobernante en su imagen corre el riesgo de transformar lo que es un símbolo de identidad nacional en un elemento de afiliación partidista, además de detentación exclusiva por parte de una organización política sobre la productividad del sector privado. Pierde así su carácter representativo de aquello que nos une por encima de las diferencias partidistas: nuestra mexicanidad.

Hoy, como empresarios responsables y ciudadanos participativos, celebramos el relanzamiento de la marca como herramienta de impulso a nuestras exportaciones y consumo interno. No obstante, reiteramos nuestro llamado: mantengamos el origen blanco y negro como un guiño al patrimonio cultural de todos los mexicanos, independientemente de su filiación política. Eso es lo que ha hecho del sello “Hecho en México” un símbolo perdurable: la identidad, la emoción, el compromiso con la calidad y el orgullo compartido de una nación plural.