Por: Montserrat Mesa Jiménez.
Socio Líder en Gestión de Comunidad en Summa Estudio
legal.montserrat@summaestudiolegal.com
El mundo cambia, la política cambia, la economía cambia, la sociedad cambia, y las empresas también. Tenemos un movimiento generacional reflejado en nuestros colaboradores que no podemos dejar de lado y, resulta imposible pensar que si no evolucionamos, nuestras empresas podrían sufrir las consecuencias.
Tenemos una generación de jóvenes que están empujando fuerte para que los empresarios y líderes despierten, pues las reglas del juego están cambiando. Hace unos días un cliente me decía: “es que ya no es como antes, la gente ya no quiere hacer carrera en la misma empresa”, y sí, es verdad.
Ahora, los jóvenes quieren vivir otras experiencias y enfrentar la vida a su manera. Este cambio sociológico viene a sacudir la forma en que las organizaciones son dirigidas; rompe el molde del jefe autoritario y supone un gran reto en las áreas de gerencia y dirección de equipos sobre cómo ejercer la autoridad a través del respeto y el apoyo del grupo.
En algunas ocasiones he leído y escuchado que el liderazgo consiste en que la gente te siga y siempre haga lo que tú quieres, y creo que hay un poco de razón en eso. Sin embargo, esa idea es la de un personaje autoritario que podemos encontrar en cualquier libro de historia universal. En mi opinión, el liderazgo va muchísimo más allá porque tiene una relación muy estrecha con la actitud de servicio.
El líder es aquel que se pone siempre al servicio del grupo y enseña con el ejemplo que sí se pueden hacer las cosas y cómo se pueden hacer. El líder es responsable del equipo que tiene bajo su ala, por lo que entiende que su rol se fundamenta al generar una conexión con el grupo, teniendo primeramente una autoconsciencia y dominio de sí mismo para después poder hacerlo con los demás.
Entiende lo que interesa y preocupa a su grupo y motiva a que sean ellos quienes se descubran y se reten a sí mismos. Es aquí cuando el líder se muestra lo suficientemente sensible para reconocer las necesidades del grupo y tener la capacidad de ponerse en los zapatos del otro, para que, desde la empatía, pueda construir en conjunto con su equipo.
Cuando realmente el líder trate de entender de manera consuetudinaria lo que rodea y mueve a su equipo y lo convierta en un hábito y una manera de vivir, permeará su comportamiento en la organización y se volverá congruente, porque no solamente lo dice sino que lo siente, lo piensa y lo hace.
Generalmente, todas las empresas tienen un documento escrito con sus valores, pero aquí la pregunta es: ¿de verdad se viven esos valores desde la cabeza, o sólo se tienen por cumplir un requisito y porque se ven bien en una pared en la recepción?
El liderazgo es algo que se construye desde la confianza y el respeto mutuo, no es algo que se impone o se imprime en algún lado, es un lugar reconocido y conferido por el grupo que lo rodea.
El líder entiende que debe confiar en su equipo y que debe respaldarlo. Cuando las cosas salen mal responde como parte del equipo, no suelta el balón y señala con el dedo. El líder está para guiar no para reprender o tratar de educar al equipo. A veces, nos sorprendemos de que el equipo se comporte como si se tratara de “niños pequeños”, y quizá es porque el trato que recibe es de “niños pequeños”.
En cada organización en la que he tenido el privilegio de participar hay algo que siempre le digo a mis clientes: “las escaleras se barren de arriba hacia abajo”. El cambio empieza por nosotros y para nosotros.
Después podemos tener la confianza de que habrá un impacto en nuestras organizaciones, el cual será como el de un efecto dominó. El líder actúa poniendo siempre el ejemplo y en consecuencia el entorno se mueve y se alinea.
Pero, ¿qué estamos dispuestos a hacer dentro de nuestras organizaciones para no quedarnos atrás y tener la capacidad de trascender?, ¿somos simplemente jefes que dan órdenes o somos líderes empáticos preocupados por el desarrollo de su equipo de trabajo?
Te has preguntado, ¿qué valores estamos transmitiendo a nuestra gente?, y con ello, ¿qué tan congruentes somos con lo que pedimos respecto a lo que estamos dispuestos a dar?