En México estamos viviendo un momento muy complicado en materia de justicia: José Ramón Cossío
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17 noviembre, 2020
Las elecciones de Estados Unidos y la derrota electoral de Donald Trump generan varias reflexiones que es oportuno abordar.
La más relevante es que las reglas del juego democrático se respetan aún a pesar de las diferentes llamadas del candidato republicano a desestimar el proceso a partir de un supuesto fraude generado por los demócratas al duplicar el conteo de las boletas electorales enviadas por correo.
Más pronto que tarde vimos a los líderes del partido republicano y a Fox News, la cadena de medios más favorable a su proyecto, desestimar los alegatos de irregularidades electorales lanzadas por Trump y su equipo de campaña y aceptar que los números no le favorecían.
El efecto de reconocer la derrota por parte de los republicanos abona a la solidez de las instituciones electorales y reconstruye confianza en el modelo electoral estadounidense, más allá de el solitario camino que Donald Trump ha decidido seguir por la vía legal para intentar revertir los resultados.
Hasta el momento no se ha generado una sola riña ni un solo disparo por disturbio postelectoral a pesar de los mensajes a oponerse al conteo, lanzado desde el martes pasado en la noche por parte del equipo de campaña del presidente estadounidense.
En segundo lugar podría afirmarse que la elección americana no es un triunfo de Joe Biden sino una derrota de Donald Trump y de su modelo retórico y de confrontación constante con las minorías y con las naciones extranjeras, a pesar de que la variable electoral más relevante para cualquier votante, el estado de la economía americana, no es un punto negativo a considerar en el haber de la presente administración.
Por el contrario, los apoyos entregados por el actual gobierno a empresas y ciudadanos para sortear las inclemencias económicas generadas por el Covid-19 fueron del orden de los 2 billones de dólares en un primer paquete que consistía en un cheque de 1,200 dólares para los ciudadanos y de apoyos relevantes para las compañías. A la par se plantearon un segundo paquete de estímulos y de acciones ejecutivas firmadas por el presidente para ayudar a la economía a mantenerse activa.
Lo anterior pone en jaque una máxima electoral que ha prevalecido por años sobre el impacto de la percepción de la economía en el ánimo de los votantes; parece, después de este proceso, que la estabilidad económica no jugó un papel relevante para quienes votaron por Biden, aunque sí tuvo peso en quienes buscaron la reelección de Trump.
Un tercer rubro de análisis es el futuro del presidente Biden ante dos problemas internos: el político y el social. En el primero el demócrata hereda una Cámara de Representantes favorable pero un Senado en contra que puede llevarlo a ser un ejecutivo que administra el país, mas no lo gobierna.
La capacidad de construcción de acuerdos en un gobierno dividido con claros contrapesos legislativos acotará la capacidad de acción de la nueva administración. El segundo problema es que habrá que desactivar la bomba social de encono y confrontación que aceitó y activó Donald Trump y que puede estallar en cualquier lado, pero principalmente en los estados del centro del país con un voto tan significativo a favor de los republicanos como Wyoming (70%Trump), Oklahoma (65% Trump) o Alabama (63%Trump).
Finalmente debemos analizar los efectos para México. El triunfo de Biden replanteará la relación bilateral y recuperará las agendas que Trump había olvidado: 1) Derechos Humanos, 2) Seguridad, 3) Medio ambiente y energías renovables y 4) Economía y regulaciones laborales.
La apuesta hecha por la actual administración federal le agregará un ingrediente más, pues si bien la 4T ha tratado de desdibujar desde el viernes pasado la adhesión que hizo López Obrador a favor de Trump con su visita reciente a Washington, la lectura de los demócratas caminará por el tenso hilo de una relación de vecinos pero distantes.
Dicha tensión podría incrementar cuando la nueva administración americana exija recuperar el tiempo perdido en los temas prioritarios de la conversación bilateral y encontrarse con magros resultados del lado mexicano, pues en todos los temas no ha habido avances y sí, como en lo energético y seguridad, marcados retrocesos.